La Argentina goleó 4-0 a Venezuela con una demostración de menor a mayor, en el debut de Maradona como técnico en nuestro país. Una producción que invita a creer en que con Diego y las “joyas del abuelo” (Messi, Tevez y Agüero) todo es posible.
La Selección hizo revivir sensaciones dormidas, que se acumulaban partido tras partido y con un interrogante que cada vez confundía más: ¿Cómo no brillar y ni siquiera ganar con semejante cantidad de estrellas, todas juntas y pertenecientes a la misma generación? La respuesta vino desde una combinación de factores: la presencia de Maradona, es un incentivo que no admite baja de tensión alguna; observar de reojo hacia el banco de suplentes y comprobar que la historia viva del fútbol argentino que encarna Diego está ahí, en persona, dando indicaciones, es un estímulo que no halla antecedentes.
Los jugadores captaron el mensaje del DT: “Quiero que la cancha explote y que todos salgan aplaudidos”. Toda una definición de principios. Y devolvieron, con el 4-0, la confianza que les depositó su director técnico.
Hay cuestiones clave para evaluar, más allá de que enfrente estuvo Venezuela. Por empezar, la consolidación definitiva del tándem Mascherano-Gago, dividiéndose la mitad de la cancha por el centro, con el panorama necesario para recostarse hacia los laterales y la chance de descargar en Rodríguez o Gutiérrez. Por otro lado, la ausencia de un conductor natural, al estilo de Riquelme, que haga de aduana en cada pelota que sale jugada desde abajo. Por último, el trabajo táctico de Agüero, forcejeando con el último hombre y ganando centímetros en la zona más caliente del área.
En un par de quites de Mascherano, yendo al piso, antes de los primeros 5’, quedó claro el mensaje de Maradona. Cuando se habla de dejar todo o pelear hasta el final, no parecen frases hechas y menos salidas de quien ha sido el mejor jugador de todos los tiempos.
Entonces, el capitán del equipo dio una señal y el contagio fue inmediato. Es cierto, no cualquiera tiene la excepcional relación tiempo-distancia que hace evidente Masche en cada movimiento de acercamiento al rival, con el afán de cercarlo y recuperar el balón sin infracción. Por eso, se recuerda cuando le preguntaron a Maradona, aún en la etapa de Basile, que era este equipo, y dijo “Mascherano y diez más”.
Atrás se probó con una línea de tres que necesita justeza. Angeleri pareció querer demostrar todo en cada intervención y terminó muchas veces en la fricción antes que en el quite limpio. No todos serán rivales tan especulativos como el de anoche, que sólo colocó un punta (Maldonado) y el resto de los volantes a no menos de quince o veinte metros.
Por ahora, el sector defensivo es la incógnita mayor que arrojó esta presentación. Con un adversario de más presencia en zona de definición, lo más probable es que se vuelva al sistema de dos centrales y dos laterales.
Por momentos, especialmente cuando aún el marcador estaba en cero, Messi era receptor obligado de una apertura, pero aquí hubo un equívoco: La Pulga estaba pegado a la raya, y sus arranques zigzagueantes debían enfrentarse con dos o tres rivales. Aquí es donde se necesita una opción de pase moviéndose para sacarse la marca. Por ese camino, llegó el primer gol: Tevez le dio continuidad a un arranque de Zanetti y metió un pase filtrado para que el astro del Barcelona definiera con un exquisito remate de zurda, prodigio de precisión.
El segundo tiempo encontró a un equipo con más concentración en la manera de ocupar espacios en ataque cuando un compañero lleva la pelota dominada en velocidad. Fue así en la corrida de Messi, que derivó en un centro con derecha que Tevez aprovechó para cruzar con una volea, que concluyó en el segundo tanto. Poco después, una acción semejante desde el punto de vista táctico: Rodríguez la inició, buscó al Kun y fue a buscar al área por detrás de Tevez; aún con la fortuna de un leve desvío en un defensor, se llegó así al tercer gol.
Si bien el tanto de Agüero, con complicidad en la débil defensa del arquero, sirvió para decorar el resultado, también es cierto que “las joyas del abuelo” respondieron a la confianza de Maradona con un tanto cada uno, y ésto también sirve para estimular que definitivamente se conviertan en un trío de ataque de los que no hay en el mundo, y que pueden llegar a Sudáfrica con un año y medio de rodaje.
El tremendo y sostenido aplauso del público frente a la brillante maniobra de Messi en el minuto final, que por milagro no terminó en la red, fue el reencuentro con una tradición que, hacía rato, esta Selección había olvidado: dar para recibir. O, lo que es lo mismo, contagiar con fútbol en vez de con declaraciones. Ese es el camino que obliga a creer que no todo está perdido.
Fuente:
Diario de Cuyo